Las ciencias de la salud están en continuo cambio, en el que con cada vez más frecuencia se crean/identifican nuevas “enfermedades”. Algunas han supuesto importantes avances en el último siglo, como es el caso del descubrimiento del Helicobacter pylori, el virus de la hepatitis C y del VIH, la definición del diagnóstico para la enfermedad de Alzheimer y otros muchos ejemplos. En otros casos, la situación no está tan clara y se ha detectado también una medicalización de situaciones fisiológicas normales, es lo que se ha venido a denominar disease mongering o invención de enfermedades. Una de las nuevas “enfermedades” que han aparecido es el “síndrome por déficit de testosterona” (SDT) en el que unos niveles de testosterona por debajo de los “normales”, por efecto del paso de los años, provoca en los varones una constelación de trastornos que revierten con la administración de la hormona. La atractiva idea de la eterna juventud nos sobrevuela de nuevo, pero, ¿qué hay de verdad en esta afirmación? Para tratar de responder a esta pregunta elaboramos este BIT y el video.
El SDT se caracteriza por presentar unos valores bajos de testosterona (determinación bioquímica) y una serie de trastornos, en teoría debidos a estos niveles bajos de la hormona. Los síntomas y signos que caracterizan el SDT son muy inespecíficos. Entre ellos se encuentran algunas variaciones de la normalidad sexuales, fisiológicas y psicológicas. Para el diagnóstico se han propuesto varios cuestionarios, como el ADAM o el AMS. Lo primero que llama la atención es la baja correlación entre los ítems incluidos y los niveles de testosterona y que los tratamientos con testosterona no modifican las puntuaciones de los mismos.
Lo que nos lleva a otra pregunta. ¿Es eficaz y seguro el tratamiento con testosterona en esta población? Con una clara respuesta: No. Sólo se han visto mejoras estadísticamente significativas, pero no clínicamente significativas (es decir la persona no percibe mejoría) en algunas variables biométricas como la densidad mineral ósea, sin hallarse ninguna mejora ni en las fracturas, ni en la función física, ni la sexual, ni en la calidad de vida. En el tema del riesgo cardiovascular, lejos de disminuirlo se ha visto que en pacientes mayores pluripatológicos incrementan los episodios cardiovasculares (infartos, ACV…) y los aterotrombóticos. Junto a ello, se ha relacionado con retenciones hídricas, edemas, agravamiento de la insuficiencia cardiaca, ginecomastia, infertilidad y feminización e incremento de episodios adversos prostáticos. Por todo ello, no se justifica el tratamiento con testosterona en pacientes con SDT, ya que no hay resultados consistentes respecto a su beneficio en variables clínicas relevantes y hay resultados alarmantes sobre sus posibles efectos adversos.
Sin embargo, estos hechos no han sido óbice para que se desarrolle, especialmente en los países anglosajones, una importante campaña de promoción y tratamiento de esta supuesta enfermedad. Con un gran éxito si tenemos en cuenta que las cifras de ventas de preparados testosterónicos crecen sin fundamento epidemiológico. El consumo se ha disparado en nuestro país más de un 200% en la última década.
En los varones, conforme envejecemos va disminuyendo la producción y los niveles séricos de testosterona, sin un correlato claro con la intensidad y frecuencia de las actividades sexuales, por ejemplo. El punto crucial es la “apropiación” de la definición de “normalidad”, para transformar en “patológico” el proceso natural y saludable de envejecer. Este lento declinar de los niveles de testosterona en sangre se asocia a deterioro y se promete la reversión de los síntomas mediante una terapia hormonal de sustitución. Se soslayan cuestiones tan importantes como la falta de sensibilidad de los cuestionarios, la artificialidad de la determinación de los valores “normales”, la escasa reversión de los síntomas con el tratamiento y los efectos adversos del mismo. Así, el SDT en un ejemplo clarísimo de disease mongering. Recientemente dos artículos en el JAMA of Internal Medicine (Schwartc LM et al, Braun S) explican las técnicas utilizadas para la diseminación de esta enfermedad inventada.
Entrada elaborada por Javier Gorricho, Enrique Gavilán y Juan Gérvas.
Genial post. Conciso y claro.
Muchas gracias, Rosa.
Buen post.
De todas formas generalizar siempre es malo. Probablemente en la mayoría de ocasiones se haya cometido abuso con este tratamiento, sobre todo cuando una patología se pone «de moda». De todas formas seguro que también hay casos en que el tratamiento ha sido positivo. La cuestión es no tratar la medicina de manera generalista, sino estudiar cada caso y valorar si este tipo de tratamientos pueden ser beneficiosos a nivel particular a un paciente.
Después de todo, el profesional no debería ganar nada en diagnosticar una cosa u otra, o recetar un tratamiento u otro. Ante todo independencia y transparencia.