Cada vez más, la clásica frase de “este medicamento tendrá que tomarlo toda la vida” está más cuestionada y es necesario reflexionar sobre el objetivo terapéutico en relación con la enfermedad existente y el beneficio neto que obtendrán los pacientes con el tratamiento. Las estatinas, especialmente en prevención primaria, son un claro ejemplo en el que podemos valorar la deprescripción en pacientes de edad avanzada o con ciertas comorbilidades.
Lo primero que nos deberíamos cuestionar es la necesidad del tratamiento con estatinas en pacientes adultos jóvenes en prevención primaria y con riesgo cardiovascular (RCV) bajo. Como ya se comentó en una entrada de Sala de Lectura, en prevención primaria se recomienda un abordaje multifactorial de los factores de riesgo e instaurar tratamiento con estatinas únicamente en aquellos pacientes que presenten alto RCV. En esta línea, el Proyecto Essencial, puesto en marcha en Cataluña, que trata de identificar y desincentivar prácticas de escaso valor en el sistema sanitario, no recomienda la prescripción sistemática de estatinas en prevención primaria cardiovascular en población con riesgo coronario bajo, salvo en casos de dislipemia familiar.
Volviendo al tema que nos ocupa, el del tratamiento en personas de edad avanzada, uno de los principales problemas en esta población, especialmente en los mayores de 80 años, es que está poco representada en los ensayos clínicos con estatinas y, por consiguiente, las recomendaciones de perpetuar el tratamiento más allá de esta edad no son más que una extrapolación de los estudios realizados en adultos más jóvenes. Pero hay que tener en cuenta, además, que los mecanismos fisiopatológicos de la enfermedad cardiovascular cambian a lo largo de la vida e incluso algún estudio sugiere que los niveles bajos de colesterol total se asocian a un aumento de mortalidad en mayores de 80 años.
Un número del Butlletí d’Informació Terapèutica publicado recientemente, revisa en profundidad la eficacia y seguridad del tratamiento con estatinas para la prevención primaria en ancianos. A pesar de la escasa evidencia en ancianos, los autores destacan los resultados del ensayo clínico PROSPER, realizado específicamente en esta población (edad superior a 70 años). Este estudio mostró que el uso de pravastatina reducía, respecto a placebo, la variable combinada de mortalidad cardiovascular, infarto de miocardio no fatal e ictus; sin embargo, este beneficio no se observó en los pacientes en prevención primaria. También se dispone de los datos de un metanálisis de ensayos clínicos en prevención primaria con RCV elevado, que evaluó el beneficio del uso de estatinas en función de la edad de los pacientes, observando que en la población mayor de 65 años el uso de estatinas no se asociaba con una reducción ni en la mortalidad global, ni en los eventos coronarios o cerebrovasculares mayores. Se dispone de otros estudios, aunque con menor grado de evidencia o con una menor representación de población anciana, que van en línea con los resultados comentados y que no permiten concluir que haya un beneficio en el uso de estatinas en prevención primaria en pacientes de edad avanzada.
En lo que respecta a la seguridad, los efectos adversos más frecuentes de las estatinas en la población general son la miopatía, la alteración hepática y el aumento de la incidencia de diabetes. En los pacientes de edad avanzada, el perfil de seguridad es similar, aunque cabe destacar que estos efectos pueden adquirir mayor importancia, dado que con frecuencia coexiste la polimedicación, con el consiguiente aumento de interacciones medicamentosas, y el deterioro de las funciones renal y/o hepática.
En resumen, la evidencia no permite recomendar el uso de estatinas en personas de edad avanzada en prevención primaria, ya que no han demostrado reducción de la mortalidad ni de los eventos cardiovasculares de forma consistente y, en cambio, su uso se relaciona con un aumento de la frecuencia de los efectos adversos en esta población. Por todo ello, en ancianos, debería valorarse de forma individual el balance beneficio riesgo de las estatinas en prevención primaria y en aquellos pacientes en los que el tratamiento ya esté instaurado sería recomendable que los médicos considerasen la deprescripción de estos medicamentos.
Entrada elaborada por Noemí Villén Romero
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