Con la llegada del verano, la playa, el bikini y las dietas es el momento de hablar de los nuevos medicamentos para adelgazar. El primero de ellos, la liraglutida es un análogo del GLP1 indicado inicialmente para el manejo de la diabetes, que en base al programa de ensayos clínicos SCALE, a finales de 2016 se autorizó también para el tratamiento de la obesidad y el sobrepeso. Para esta indicación se utilizan dosis superiores y está disponible en una presentación distinta (Saxenda®). Su mecanismo de acción no está bien definido, pero es posible que esté relacionado con una combinación entre la acción a nivel gastrointestinal (mimetización de las hormonas incretínicas) y una acción central.
El segundo medicamento autorizado es Mysimba®, una combinación de dos principios activos ya conocidos, el bupropión, un inhibidor de la recaptación de noradrenalina y dopamina indicado en el manejo de la depresión y la deshabituación tabáquica, y la naltrexona, un antagonista del receptor opioide disponible como terapia complementaria para mantener la abstinencia en un programa de desintoxicación a opioides. A pesar de las esperanzas puestas en estos dos nuevos medicamentos, ambos han mostrado reducciones modestas en el peso, se desconocen sus efectos adversos a largo plazo y no se disponen de momento datos que muestren un impacto positivo sobre las complicaciones de la obesidad.
Si echamos la vista atrás, la historia sobre el uso de medicamentos para la pérdida de peso se ha asociado a problemas de seguridad graves que han llevado a la retirada de muchos de estos medicamentos. Concretamente, una revisión sistemática ha identificado 25 medicamentos para el tratamiento de la obesidad que han sido retirados del mercado por problemas de seguridad entre 1960 y 2009, siendo los últimos casos los de sibutramina y rimonabant que seguramente todos recordamos.
Estos problemas de seguridad, junto a un impacto modesto sobre peso y el hecho de que una vez se suspende el fármaco se recupera el peso, nos hacen reflexionar sobre la utilidad y el valor real de estos medicamentos. Las guías actuales recomiendan iniciar el tratamiento con una terapia no farmacológica que incluya educación y cambios nutricionales (principalmente la restricción de la ingesta calórica), cambios de hábitos e incremento de la actividad física. Los fármacos se deben considerar solo en aquellos pacientes que no puedan conseguir una pérdida de peso deseable con los cambios de hábitos, actividad física y dieta. La cirugía bariátrica se reserva para los grandes obesos (IMC > 35-40) cuando hayan fracasado el resto de intervenciones. A pesar de los riesgos importantes que conlleva esta cirugía, diversas sociedades médicas americanas la consideran de elección por delante del uso de la terapia farmacológica ya que ha mostrado mayores pérdidas de peso, mayor duración del efecto y mejores resultados en salud que los medicamentos.
El arsenal terapéutico actual para? el manejo de la obesidad y el sobrepeso está formado por la liraglutida, la combinación bupropión/naltrexona y por un viejo conocido, el orlistat, un inhibidor de las lipasas gástricas y pancreáticas. De momento no hay datos para establecer una superioridad de un medicamento respecto a otro y se debe individualizar la decisión del tratamiento en base a las características y comorbilidades asociadas de cada paciente. En ausencia de directrices claras, la sociedad americana de endocrinología (pág. 197) ha emitido una serie de recomendaciones en función de diferentes trastornos que puede ser de utilidad en la selección del fármaco más adecuado para cada paciente.
Teniendo en cuenta la reflexión anterior sobre el valor de los fármacos para la obesidad sería razonable valorar su retirada si no se consigue como mínimo una reducción del peso del 5% y así, minimizar, en los casos en que haya pocas perspectivas de beneficio a largo plazo, el riesgo de efectos adversos y el coste del tratamiento ya que ninguno de los tres está financiado por el SNS.
En cualquier caso, en el tratamiento y prevención de la obesidad y el sobrepeso, y en general como forma de vida: ¡hábitos dietéticos saludables e incremento de la actividad física de base!
Entrada elaborada por Laia Robert i Sabaté.
La autora trabaja actualmente en el Centre d’Informació de Medicaments de Catalunya (CedimCat). La publicación de esta entrada se ha realizado con carácter personal y no tiene porqué representar la posición de la organización en la que desarrolla su actividad profesional.
Yo tampoco creo que los fármacos para tractar la obesidad sean la solución, sobre todo cuando hay otra solución gratuita y que además mejora la salud (¿de que sirve adelgazar si por ejemplo las pocas Kcal que consumes provienen de dos dognuts?).
Creo que sería mucho mejor invertir en darles soporte psicológico para que ellos mismos lo consigan (y de paso solucionar problemas de «binge eating disorder» -no sé traducirlo- y similares), aunque supongo que para sanidad se traduce en una mayor carga económica (que igual después eso disminuye el gasto en morbimortalidad cardiovascular, pero para saberlo hay que hacer un estudio bien hecho y largo).