El término protección gástrica está de moda. Cualquier paciente que se precie reclamará en la consulta del médico un protector gástrico para que los medicamentos no le ataquen al estómago.
Es curioso cómo ha calado este concepto entre la población derivado de praxis más o menos injustificadas.
Cuando se comercializó el omeprazol, a principios de los años noventa, se recomendaba que la duración del tratamiento no fuera superior a ocho semanas ya que se habían descrito metaplasias en animales de experimentación tratados con omeprazol a largo plazo. Pero aquellos temores pronto desaparecieron, ya que los datos farmacoepidemiológicos posteriores no ratificaron tan malos augurios.
Luego llegó la época del Helicobacter pylori y la úlcera dejó de ser una enfermedad crónica para convertirse en una enfermedad infecciosa con tratamiento curativo.
Pero aún quedaban las úlceras ocasionadas por el consumo crónico de AINE y las úlceras por estrés hospitalario. Ahí el omeprazol y el resto de inhibidores de la bomba de protones (IBP) encontraron un lugar en terapéutica amplio e indefinido… y una cosa llevó a la otra. Si los IBP eran capaces de reducir el riesgo de hemorragia digestiva alta en pacientes que tomaban AINE de forma crónica, ¿cómo no iban a ser capaces de proteger al estómago de otros factores menos graves pero frecuentes y molestos como las dispepsias “varias” producidas por muchos medicamentos? Y así nació el concepto de la protección gástrica mal entendida.
Si se consulta la guía sobre el empleo de IBP en la prevención de gastropatías por fármacos disponible en el catálogo de guías de GuíaSalud, veremos que no existe evidencia científica que justifique la utilización de IBP como “protectores gástricos” en una gran mayoría de los pacientes en los que se está utilizando.
En un número del Butlletí d’informació terapèutica publicado recientemente, se realiza una revisión sobre el uso de los IBP y el balance riesgo-beneficio derivado de su utilización. A pesar de que los IBP son medicamentos que presentan un buen perfil de efectos adversos, se están empezando a conocer algunos problemas de seguridad a largo plazo, fundamentalmente debido a la elevada exposición poblacional y la duración indefinida de los tratamientos. En el artículo se destacan los problemas relacionados con el posible riesgo de tumores carcinoides, las fracturas osteoporóticas, las infecciones entéricas, la interacción con clopidogrel o la hipomagnesemia.
Porque al final, la mejor gastroprotección es reducir la polimedicación innecesaria.
Entrada elaborada por Rosa Madridejos Mora
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Y aún las recomendaciones en guías clínicas, seguimos viendo prescripciones injustificadas de omeprazol y familia…
Excelente resumen del daño que ha hecho a la salud la palabra “protector” ligada a este medicamento.